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miércoles, 23 de junio de 2010

Teatro para la infancia y compromiso social

Artículo aparecido en El mundo del espectáculo teatral de junio de 2010






















El teatro destinado a público infantil se ha enriquecido en las últimas décadas con propuestas contemporáneas estéticas y dramáticas, en gran medida con los objetivos de entretener y distraer, huyendo de un teatro didáctico y de contenidos en valores.
Sin embargo, así como se ha experimentado y enriquecido enormemente en el nivel formal, apenas ha habido nuevas propuestas en cuanto a la temática. Quizás prejuicios o proteccionismo de las creadoras y creadores adultos que no se han atrevido a abordar, consciente o inconscientemente, ciertos temas para el público infantil y que reflejarían, desde una visión crítica, el mundo real que les espera.

En este sentido la dramaturga quebequense Suzanne Lebeau ha supuesto una decidida ruptura con esa permanente tendencia de los textos dramáticos para la infancia.
Como la misma Suzanne Lebeau afirma, ilustrando claramente lo que queremos decir: “En ese momento estaba confundida y creía que no podía hablar de eso con el público infantil, pero tomé el documental sobre niños y niñas soldado y trabajé con trece grupos de niños de Québec de 9 a 12 años. Después de proyectar el vídeo tenía una sola pregunta para empezar a debatir con ellos: ¿Tenemos los adultos el derecho de hablarles a los niños de cosas tan graves, tan crueles y difíciles? Recuerdo que los niños contestaron: No solo tienes el derecho, sino el deber, porque cómo seremos adultos responsables si no sabemos nada del mundo. Cómo podríamos reaccionar, situarnos en el mundo, si no lo conocemos”.
Hay que decir que el teatro de Suzanne Lebeau, como espejo del mundo en todo su dramatismo, apuesta por la esperanza como camino a recorrer.

Todo proyecto teatral es un reflejo de la realidad, la cuestión es que los creadores y creadoras del equipo sean conscientes o no de este aspecto y quieran intervenir en él.
Como afirma Augusto Boal, “Ahora acaba la ficción que hacemos en el día a día. Cuando crucemos esos bambúes, allá en el escenario, ninguno de vosotros tiene el derecho de mentir. El teatro es la verdad escondida”.
La capacidad, de la que habla Augusto Boal, de transmutar la mentira cotidiana en verdad a través del ritual del escenario, es un gran privilegio de los creadores teatrales, que tiene su origen en el espacio de libertad que debe seguir siendo el teatro dirigido a adultos o a niños.

En algunos casos, la intencionalidad de reflejar el mundo es el motor de arranque. Entonces, el trabajo consistirá en que permanezca velada la motivación inicial, para no caer en un teatro meramente didáctico, equilibrando los aspectos artísticos con los sociales. El éxito del trabajo estará basado en muchos casos en el equilibrio entre estos factores. Conceptos clave en este proceso serán: buscar el lenguaje simbólico, comprometerse, retroalimentarse, empatizar, arriesgarse, investigar…

Como creadores de teatro para la infancia nos podemos plantear una pregunta: ¿Debemos como artistas tener una posición crítica respecto al mundo y reflejarla en nuestras obras? Ante esta pregunta algunos responderán que sólo se deben a su inspiración y creatividad, pero los creadores también somos seres humanos y ciudadanos y, como tales, tenemos una responsabilidad moral sobre nuestras creaciones.

Como productores de cultura, somos protagonistas de la creación o reforzamiento de algunos de los iconos colectivos. Nuestro trabajo tiene a veces más importancia de lo que pensamos. Podemos contribuir a reforzar los tópicos existentes, como la indiferencia ante la injusticia, la superficialidad, el individualismo; o realizar un trabajo comprometido, desmontando tópicos caducos y no contribuyendo a una cultura de usar y tirar, superficial y falsamente hedonista, de risa fácil, falta de reflexión, políticamente correcta y muy digerible, que a veces relacionamos con el aspecto de lo “comercial”.

Esto no supone por nuestra parte el rechazo de un tipo de teatro cuyos objetivos principales sean la distracción y el entretenimiento, constante que se da con bastante regularidad en el teatro para la infancia. Como afirma José Monleón: “Unos defendemos una cosa y otros otra. Yo creo que está muy bien que haya un teatro para distraer y entretener. Lo que es horrible es que haya mucha gente que piense que sólo es ese teatro el que hay que hacer. Así que nos dejen a los torturados que nos preocupemos e interroguemos sobre por qué pasan cosas en el mundo”.

En un contexto de creación teatral para la infancia, una de las posibles tareas del artista consistiría, según nuestro parecer, en identificar los problemas sociales de nuestro mundo y tratar de reflexionar sobre ellos, para ofrecer al público infantil una visión del mundo que ayude a conformar en sus opciones de vida y valores la futura persona adulta, desde las emociones, sentimientos y reflexiones que le provoque la toma de contacto con lo tantas veces escondido a la infancia de la realidad.
De esta manera, además, nuestro lenguaje expresivo puede llegar a ser una herramienta y un recurso para madres y padres, profesionales de lo social y de la educación. Aspecto que, como compañía, hemos constatado a lo largo de los años a través del sentimiento de agradecimiento expresado por parte de personas de estos colectivos, sentimiento que nos impulsa a seguir en este camino.

Nuestra trayectoria como compañía ha estado revestida siempre de la pulsión vital del trabajo con los problemas actuales, paz, ecología, interculturalidad, género, mostrando realidades como la guerra, el hambre y las desigualdades sociales. Temas complejos cuya resolución orientamos siempre en nuestras obras hacia la capacidad de nuestros personajes de convertirse de víctimas en resistentes, dotándose de la cualidad de transformar su entorno y seguir esa estela de esperanza que nos muestra el teatro de Suzanne Lebeau.

www.solytierra.com

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